San Antonio María Claret
Querido Antonio María: Cuando naciste en el municipio barcelonés de Sallent del Llobregat, aquel lejano 23 de diciembre de 1807, los caminos de tierra constituían la red que unía los pueblos de España. Años después, el 24 de octubre de 1870, en la lejana abadía cisterciense de Fontfroide (Francia), los caminos de hierro vertebraban la península. Desde el andén se dibuja la silueta del caserío de Alboi y su iglesia parroquial de san Juan Bautista aneja a N.S. de los Dolores de Genovés, del río Albaida y la Serra Grossa. Es el mundo rural en el que naciste y por el que transitaste durante tu accidentada vida de misionero, cual río embravecido y golpeado por los desfiladeros y cataratas, detenido en las presas y siembre dócil a los designios divinos hasta alcanzar el Mar: Hijo de pequeños empresarios textiles, sacerdote (1835), vicario y ecónomo en tu localidad natal, frustrado noviciado en Roma (1839), párroco de San Martín de Viladrau (1840), entregado a las misiones populares e