San Jorge.
Querido san Jorge:
A 393 metros de altitud, entre los pueblos de Orba y
Campell, en el término municipal de Vall de Laguart (la Marina Alta), se
levanta la Colonia-Sanatorio. Es el lugar más singular de la archidiócesis,
calvario donde desde 1909 samaritanos, verónicas y simones de Cirene, confortan
a las víctimas de lepra.
Sentado en un banco de piedra, tomo la libreta y comienzo a
escribirte esta carta, dirigida a uno de los santos más populares del
cristianismo y de gran devoción en Brasil, cuya Jornada Mundial de la Juventud
celebrada en Río de Janeiro en 2013 te escogió como santo intercesor, por ser
uno de los santos más populares de este país. En ti los esclavos negros hallaron
consuelo y protección. Miro el bosque mientras recuerdo tu vida, acogida en el
hogar de una familia cristiana en la Capadocia (centro de Turquía), alrededor
del año 280. De allí te trasladaste a Palestina y alistándote en el ejército
romano. El año 303 fue importante para ti, pues a raíz del edicto de
persecución firmado por el emperador Diocleciano vendiste todos tus bienes,
rompiste el documento que te unía al Augusto y profesaste la fe en el Hijo de
Dios. Por este motivo sufriste terribles torturas y la muerte por decapitación.
Sepultado en Lidda (Israel) años después se levantó una basílica.
El 23 de mayo de 2017 el papa Francisco afirmó: “el camino
de nuestra conversión cotidiana: pasar de un estado de vida mundano, tranquilo,
sin riesgo, católico, sí, sí, pero así, tibio, a un estado de vida del
verdadero anuncio de Jesús, a la alegría del anuncio de Cristo. Pasar de una
religiosidad que mira demasiado a los beneficios, a la fe y a la proclamación:
Jesús es el Señor”.
Es lo que hicieron en este lugar el sacerdote jesuita Carlos
Ferris Vila y D. Joaquín Ballester Lloret, salir de sí mismos para combatir con
la lanza de la Caridad el dolor que hay en el mundo, fruto de la enfermedad, la
violencia y la exclusión del diferente.
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