Beata Laura Vicuña.
Querida beata Laura Vicuña:
El camino desde Bèlgida, entre naranjos, melocotoneros,
viñas y olivos, asciende hacia la Roca sobre la que se asienta el municipio de
85 habitantes Carrícola. Las calles de la antigua alquería iluminadas por la
sierra del Benicadell, su pequeña iglesia de S. Miguel Arcángel, la ermita del
Cristo del Calvario, las fuentes, los
arcos y el castillo con su torre almohade, vigía del Valle de Albaida.
En este ascenso evoca tu subida hacia la Fortaleza de Dios,
desde Santiago de Chile donde naciste en 1991, bendición del matrimonio de José
Domingo Vicuña y Mercedes Pino. Bautizada en la parroquia de santa Ana, tres
años después murió tu padre. Por motivos políticos tu familia tuvo que
exiliarse a Junín de los Andes, Argentina. En 1900 comenzaste los estudios en
el colegio de las Hijas de María Auxiliadora, mientras tu madre comenzó a
trabajar como criada en la estancia o casa de campo de Manuel Mora, sufriendo
constantemente violencia, maltrato, acoso y agresión sexual hasta lograr este,
a cambio del pago de los estudios de tu hermana y tuyos, quien también sufriste
insinuaciones humillantes para toda mujer y la agresión física al resistirte. En
el colegio tomaste la Primera Comunión y te aferraste a las enseñanzas de Don
Bosco, proponiéndote amar a Dios con todo el corazón, mortificarte, morir antes
que pecar, hacer conocer a Jesús y reparar las ofensas contra él. Y ofreciste a
Dios tu vida a cambio de que tu madre abandonase a quien la forzaba. En tu
última noche se lo contaste a la emigrante víctima de la pobreza: “¡Mamá, yo
muero! Lo he pedido a Jesús desde hace tiempo ofreciéndole mi vida por ti, para
obtener tu retorno a Dios!”. El 22 de enero de 1904 con 12 años quien fuiste
fortaleza de Dios alcanzaste el castillo. Al día siguiente abandonó al
maltratador.
El agua del lavadero, cristalina, brota desde las entrañas
de la tierra, refresca mi rostro, limpia mis ojos. La torre permanece firme
sobre la roca, centinela en la noche.
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