Santa Dulce Pontes.
Querida santa Dulce Pontes:
Prosiguiendo el caminar por las 25 pedanías de Requena. El
atardecer sorprende al viandante en los Duques. Los hogares aguardan la llegada
del buen tiempo y con él de las familias que hallan en este lugar la segunda
residencia. Niñas y niños en libertad jugarán por sus calles, la Solana de
Pinillas y la Alcantarilla.
El sol declina. Te escribo con admiración hacia una vida
expropiada, donada totalmente a las personas necesitadas. Todo comenzó en el
hogar formado por el dentista Augusto Lopes Pontes y Dulce María de Souza
Brito, el 26 de mayo de 1914, en Salvador de Bahia. Aquel día naciste y
posteriormente te bautizaron con el nombre de María Rita. Niña a quien gustaba
particularmente el fútbol. Y a los trece años con el corazón luchador de una
delantera del balompié acoges a los mendigos y enfermos en tu casa, “la
Portería de San Francisco”, llaman los vecinos. En 1933 recibes el hábito de
las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios,
tomando por nombre de religión Hermana Dulce, en honor a tu madre fallecida
durante la segunda infancia. Cuatro años después con fray Hildebrando Kruthaup
fundas el Círculo Obrero de Bahía, abriendo un dispensario médico, una
biblioteca, una escuela y un cine. Tendrás que sortear numerosos obstáculos: el
egoísmo de las personas golpea fuertemente tus piernas, pero animada por el
ejemplo e intercesión de santa Teresa del Niño Jesús, con pequeños gestos de
amor, avanzas sin detenerte por las
calles de las favelas y en 1949 en el gran gallinero, adosado al convento donde
resides, construyes el Hospital de San Antonio. Mermada tu capacidad
respiratoria eres hospitalizada, recibes la visita de S. Juan Pablo II y el 13
de marzo de 1992 alcanzas la portería del Padre, quien te abraza en la
eternidad.
En este tiempo de globalización de la indiferencia
cuestionas nuestra forma de vida: ¿piedra orgullosamente cerrada en sí misma o
tierra abierta a Dios y el prójimo?
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