Beato Adilio Daronch.
Querido beato Adílio Daronch:
A los pies del castillo medieval, en el término municipal de
Atzúbia (la Marina Alta) se halla Forna, pequeño pueblo de color albino sobre
cuyas paredes la vegetación ha pintado trazos verdes. En uno de los bares tomo un
refresco. Un sacerdote desciende de su auto, acompañado por dos monaguillos y
una monaguilla. Entran en la iglesia. Respirando
a través de la mascarilla, las letras pintan de azul la blanca cuartilla. Un
matrimonio alemán conversa.
Brasil, 1890, Sebastiano Daronch y Francesca Schena, con sus
hijos, desembarcan en Río de Janeiro, buscando un futuro para su prole, negado
por Europa. Uno de ellos Pietro trabajará como aprendiz de zapatero en Dona
Francisca. Allí contraerá matrimonio con Judithe Segabinazzi, fabricando el nido donde nacerás
en 1908. Años después os trasladáis a Fundo y posteriormente a Nonoal. La mal
llamada “gripe española” de 1918 asola la humanidad y quienes regentan una
farmacia auxilian con sus medicinas a quienes no pueden pagarlas.
Eres un niño de parroquia. Oración en el hogar y en la
iglesia, servicio a los padres y el párroco desde el respeto y el afecto
paternal. Tu párroco es Don Manuel Gómez González, nacido cerca de Tuy (España)
en 1877. En numerosas ocasiones le acompaña un grupo de adolescentes.
21 de mayo de 1924, 9 de la mañana, desde el interior de la
floresta los disparos quiebran los sonidos de la selva. Al día siguiente son
hallados los dos asnos que os conducían hacia la capilla católica de Tres
Passos. Allí un grupo de colonos originarios de Alemania os esperaba. Vuestra
ausencia revela el martirio. A pesar de ser advertidos del peligro por parte de
los indígenas, optasteis por visitar la comunidad. Emboscados y llevados a un
altozano, después de ser torturados y atados a sendos árboles, os habían
fusilado por odio a la fe.
El sacerdote invita les invita a un refresco, todo
transcurre sosegadamente, en la paz del mundo rural, en la rutina de cada día,
donde Dios siempre nos sorprende.
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